lunes, 12 de octubre de 2009

12 de Octubre. Salento

Desde Armenia a Salento hay buses cada media hora (3.000p), así poco tenemos que esperar para cogerlo. En la breve espera, mientras las destrozadas insomnes nos esperan, nos vamos a comprar algo para entretener el hambre. Unas ricas empanadas de pollo y unas rosquillas que nos pide Gema y que luego no tendrían mucho éxito y acabarían sus días en la cocina comunitaria del hostal.
Sobre las 7 y media de la mañana llegamos a Salento y vamos para el hostal que había mirado por Internet, el “Plantation House”. Nos encaminamos para allí para ver el aspecto que tiene.
Al llegar, como todavía es temprano, no nos saben decir si hay habitaciones libres. Nos quedamos esperando en el porche mientras tomamos un café (bueno solo Peich y Gema) mientras charlamos con Margarita, una chica que trabaja en el hostal.
Tenemos suerte y al rato llega la jefa y nos dice que hay una habitación cuádruple con baño privado libre. Como a primera vista parece bastante decente decidimos quedarnos aquí. La otra opción hubiera sido una posada que le había recomendado a Gema que también tenia buena pinta. El hostal es tambien agradable, el precio ronda los 20.000p y tiene derecho a cocina (que cabe decir que estaba algo guarrilla)
Después nos vamos a desayunar en serio a una panadería que localizamos y que seria nuestro paraíso particular durante nuestra estancia en Salento.

Caminamos hacia la Calle Real, calle en la que se concentran las tiendas de artesanía del pueblo. Al igual que el resto del pueblo, es preciosa. Todas las casas son de de estilo colonial, con las paredes pintadas de vistosos colores con balcones y ventanas de madera también pintados en colores que contrastan con las mismas. Hacen un conjunto muy vistoso.




Paseamos un rato por la calle y subimos las más de 200 escaleras que nos llevan al mirador. Una vez arriba podemos disfrutar de unas preciosas vistas del valle. La pena es que está nublado y no se ve todo lo bonito que se podría.





Como estamos algo cansadas, volvemos al hotel a descansar un poco hasta el mediodía.
Decidimos ir caminando hasta una hacienda cafetera cercana para ver como cultivan el café, pero cuando estamos empezando, se pone a diluviar y nos volvemos al pueblo.
Como ya es hora de comer paramos en un restaurante local a comer la famosa trucha con patacón acompañada de limonada. La trucha riquísima pero la limonada… que asco. Nosotras que vemos llegar a la mesa una jarra con un líquido marrón que ya no tenía buen aspecto. Pero al probarlo, ufff, cualquier parecido con la limonada es casual. Porque limón llevaba, si, pero en cantidades ínfimas. Solo sabía a agua dulce, pero un dulce muy raro (luego nos enteraríamos que era la famosa agua- panela). Que cara de asco puso la pobre Estela que desde el desayuno soñaba con una limonada normal bien acidita. Fuera llueve sin descanso durante toda la comida.
Volvemos al hotel un poco destempladas, así que entre el sueño que se nos apodera, el calorcillo del edredón y que no para de llover nos quedamos sobadas casi dos horas.
Al despertar ha dejado de llover, así que volvemos al pueblo a pasear por las tiendas hasta la hora de la cena.




Y mas “pienso”(=comida), solo que esta vez algo mas escaso. Unos vasos de fruta con crema (las mejores de toda Colombia) y un pastel de queso que compramos en nuestra panadería y que nos llevamos al hotel para cenar.
En el hotel, hacemos poca cosa antes de la cena, Internet, descansar, charlar… A hora de la verdad, se van a la cocina a calentar un poco el pastel, y… según consenso popular “mejor frío que metido en “ese microondas”, jeje. Así que frío nos lo comimos
Luego a la camita y a dormir.

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