sábado, 24 de octubre de 2009

24 de Octubre. Islas del Rosario

Hoy toca día playero (uno de los pocos que hay organizados). Nos dicen que a las 8 tenemos que estar en el puerto para coger el barco que nos llevará por las islas (30.000 p incluyendo comida+ 12.000 tasas portuarias). Llegamos a buena hora y nos ponemos en la parte exterior pensando que es mejor, pero… al poco de estar allí, viendo que se retrasa la salida y empapadas de sudor a causa del exceso de calor nos metemos dentro ya que se supone que hay aire acondicionado. Nuestro gozo en un pozo, el aire solo se nota a dos metros del aparato y está todo lleno de gente., hace mucho calor, pero por lo menos el sol no cae a plomo.
Por fin, después de casi una hora nos ponemos en marcha al Acuario (15.000p). Una vez en marcha, ya hay aire, así que salimos fuera para poder respirar, ahora si que se disfruta del barco.



La salida de la bahía aun resulta interesante ya que vemos casas, fuertes y pescadores, pero, una vez mar adentro, y después de dos horas ya comenzamos a aburrirnos de las vistas. En el barco nos ofrecen las entradas al acuario, lo hablamos y decidimos no ir y en su lugar ver el pueblo o bañarnos. Pero al llegar a la isla, llega la desilusión, no hay nada excepto el acuario y dos o tres chiringuitos, así que para no aburrirnos decidimos comprar las entradas aunque colonos dejen 40 minutos de disfrute.




El acuario en si no está mal, todo el rato con un guía que nos va dando explicaciones sobre cada bicho (habrá máximo 10 especies) y luego vemos un show de delfines. Lo malo es que no nos dan ni un minuto para ir por nuestra cuenta (ni siquiera pudimos ver las peceras pequeñas).




Volvemos al barco y otra hora más de trayecto hasta llegar a Playa Blanca. Está vez es mas entretenido ya que vamos hablando con una mujer colombiana con su hijo que nos cuentas cosas de sus vidas. La mujer ha venido desde Bogotá a ver a sus hijos que trabajan en el ejército en Cartagena, el chico tiene un hermano gemelo que también va en el barco y al que conocemos una vez llegamos a Playa Blanca.



Llegamos a Playa Blanca y desembarcamos en dos botes. Ya en la Playa nos ponemos con la familia y con otras personas a comer nuestra comida de hoy (parecida a la del día anterior). Pasamos un rato bastante agradable conversando con unos y con otros.



Nada mas comer, y ya que vamos cronometrados, nos vamos a la arena. Y así, a turnos vamos entrando al agua. Menuda desilusión. Yo me había llevado las gafas con la esperanza de hacer snorkel, pero mi gozo en un pozo, no se ve nada de nada. Al nadar mas mar adentro, y cuando parecía que podía aparecer algo me doy cuenta de que estoy cerca del área de influencia del bote de la salchicha(esas lanchas que llevan una salchicha detrás a la que la gente se sube). Temiendo por mi seguridad vuelvo a la orilla. Está todo lleno de turistas y gente que te vende cosas.



Es una pena ya que la playa es preciosa, pero entre los turistas y los vendedores le quitan el encanto (y eso que eran, de lejos, mucho menos pesados que los indios y nepalíes).
Pese a eso, pasamos un buen rato y acabamos con un montón de collares de piedrecitas. Volvemos al barco y de vuelta a Cartagena
Estela se marea y se tumba para pasar el mal rato. Mientras Maripaz y yo nos “sociabilizamos” con unos y con otros. Se nos hace el camino muy corto, hablando con la “monja”, con una colombiana que nos cuenta su vida e incluso nos saca fotos de su hijo… Y es que aquí la gente es encantadora y muy sociable. Excepto por algunos pesados, con el resto nos estamos llevando una muy buena opinión de los colombianos. El resto del pasaje extranjero, es por lo menos interesante, los dos australianos-hippies guarros, los cuatro estadounidenses a cual más tonto y poco mas. El resto todos colombianos o latinoamericanos
Al llegar, el cielo en Cartagena está negro y amenaza lluvia intensa así que, como ya es tarde, nos vamos para el hostal a ducharnos. Empieza a diluviar así que tenemos que esperar a que escampe para poder ir a cenar. Como sigue lloviendo no nos “arriesgamos” y vamos a un restaurante que hay enfrente del hostal. Lo malo es que se va la luz lo que nos obliga a cenar bajo la luz de las velas. La comida estaba muy buena.

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