miércoles, 4 de noviembre de 2009

4 de Noviembre.Ráquira y Convento de la Candelaria

Me despierto temprano ya que desde las 6 de la mañana entra la luz del sol por la ventana. Así que me voy directa a la estación de buses para coger un bus para Raquira (5.000p).
El pueblo está relativamente cerca así que en una hora me planto allí. Desayuno en el único restaurante abierto a esas horas, unos huevos tibios (pasados por agua), un jugo de fresa y un chocolate por solo 1 €, me encanta esta país.
Con las pilas recargadas me encamino hacia la Candelaria, convento que se encuentra cerca de Raquira.
Según me dicen no hay bus que llegue allí, la única manera es seguir la carretera caminando. Me pongo a caminar, con la esperanza de que son solo 4 km (lo que ponía en la guía), pero no, al final son 9. No es que sea muy cansado ya que tiene pendientes suaves pero si algo pesado. Hora y media después llego al Convento. Allí no se ve nadie, doy vueltas buscando a alguien que me abra la puerta, solo pienso: si después de la caminata no puedo entrar, me da algo.



Por suerte me encuentro a dos chicas que me dicen donde tengo que llamar. Al llamar sale la guía con un grupo de colombianos que me dicen: ¡anda si eras la chica que caminaba sola por la carretera!, íbamos a parar a recogerte pero al final no lo hicimos porque íbamos a tope… Fue uno de los dos únicos coches con los que me crucé.
Pago la entrada (3.000p con visita guiada), me uno a ellos y vamos a ver la cueva del ermitaño. La guía me dice que hay una manera mas corta de llegar a Raquira, un camino de 4 km o sino esperar al bus que llega de Bogotá y que para en Raquira. Me dice que el siguiente pasará a las 1:30 (y son las 11:30).



Yo ya había asumido que me tocaría esperar al bus ya que no me veía con ganas de caminar mas, cuando uno de los del grupo me comenta que su hermana viene en otro coche y que si me espero es posible que me pueda bajar a Raquira.
Al poco viene otro coche con su hermana que también quiere hacer la ruta. Nos hacen la visita a todo el grupo, la familia de este hombre (que se une de nuevo a la visita) y yo.
Pese a que al final no hay cupo en su coche, me hacen un huequito y me bajan hasta Raquira. No saben que favor me hicieron.
Ya en Raquira aprovecho para dar una vuelta por el pueblo y comprar artesanía antes e ir a comer (churrasco por cierto).





Rachira es un pueblo muy bonito, no es que sea “costumbrista”, pero tiene todas las casas pintadas de mil colores, con los zócalos también decorados, al estilo de Guatapé. Es famoso mas que nada porque concentra el mayor porcentaje de tiendas de artesanía por metro cuadrado y además a buen precio.





Mientras estoy comiendo empieza a llover así que espero a que escampe un poco para terminar de ver el pueblo y me cojo el bus de las 4 para Villa de Leyva.
Ya allí, como estoy muerta de cansancio, hago mas bien poco, Internet y cena de una sopa típica tan contundente que no me la puedo terminar.
Vuelvo al hostal para descansar. Ya he decidido que no iré a la excursión con la moto ni subiré al Santuario de Iguaque, el primero por precaución y el segundo por una mezcla de pereza y precaución. No me veo subiendo de 3.000 a 3.500m por libre en una caminata de 4 horas con el tiempo justo. Si hubiera habido excursión organizada con toda posibilidad lo hubiera hecho pero por libre, ni loca. Por suerte no me he encontrado de nuevo al pesado de la moto, así que no tengo que inventar excusas.

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