domingo, 9 de mayo de 2010

Día 9: De vuelta a casa

El avión salía bastante temprano así que nos tocó madrugar para ir a coger el shuttle.
Aun así, el restaurante del hotel estaba abierto, asi que no perdimos el desayuno tan rico que estaba incluido en el hotel. Había una niebla intensa por toda la ciudad así que, pesimista de mi, decía: ya veras si han abierto el aeropuerto de Zaragoza ahora solo falta que nos quedemos aquí por niebla.
La situación en Charleroi no era mucho mejor que en Bruselas, pero todo se arreglo cuando vi en el panel que nuestro vuelo salía en hora.
Lo mejor de todo fue cuando nos tocó pasar los controles del aeropuerto y a una de nosotras le interceptaron un queso blando, supuestamente prohibido para subir al avión. El resto tuvimos suerte y no fuimos descubiertas. La pobre llevaba un mosqueo que no veas, más por el manoseo que había sufrido el resto de sus quesos, que por la retirada del blando. Así que ya sabéis “queso blando” tipo brie no se puede subir al avión ya que entra dentro de la categoría “gel” (al igual que el cafequipe colombiano que tuve que facturar aparte si quería conservarlo)
El cielo poco a poco se fue despejando y la niebla desapareció. Aun así el avión se retrasó algo más de una hora en despegar.


Pese a eso, el vuelo fue bien y llegamos a Zaragoza sanos y salvos. El “innombrable” no nos había fastidiado las vacaciones.

sábado, 8 de mayo de 2010

Día 8 de Mayo: Bruselas

Otra vez nos toca madrugar y dirigirnos a la estación de tren para nuestro último trayecto de la escapada belga. Como la ida al hotel se nos habia hecho bastante larga y caia un ligero "chirimiri", cogimos el metro hasta la estación. Esta vez el desayuno fue rápido en la estación de tren de Gante.
Llegamos temprano a Bruselas y nos fuimos al hotel (el de la primera noche). Esta vez lo habíamos pagado por adelantado, así que ya no había riesgo alguno de quedarnos sin habitación.
Nos dieron nuestras habitaciones, dejamos nuestras cosas y nos fuimos al centro de la ciudad.

La zona antigua de Bruselas es pequeñita y salvo la plaza principal, que es impresionante, alguna calle anexa y el Manneken pis tampoco hay mucho que ver.

Así que acabamos pronto el paseo por la zona y nos fuimos por los alrededores del Palacio real en donde también hay alguna catedral de interés.

Como parece ser que esa zona era más lujosa, no pudimos encontrar un restaurante económico, así que acabamos en una pequeña cafetería donde tenían bocadillos y unos postres alucinantes (menuda tarta de zanahoria que tenían).
Luego volvimos al centro a comprar bombones y algo típico. Cabe decir que yo estaba más interesada en ese momento en buscar un sitio donde vendiesen las famosas patatas fritas belgas No me quería ir de Bélgica sin probarlas. Encontramos un sitio que tenia buena pinta y me compré un cucurucho lleno y cubierto de curry-ketchup (que acierto de salsa, por cierto). Aunque con cierta ayuda externa las patatas desaparecieron en un instante. Por cierto aun sueño con esas patatas, ummmmm.


Por último dimos una vuelta por unas galerías con unos escaparates preciosos y nos fuimos a la busca y captura de un supermercado con el fin de comprar algunos productos alimenticios pero a buen precio (que recuerdos de esos supermercados latinoamericanos donde he comprado tantas cosas extrañas). Por supuesto el supermercado elegido fue un Carrefour, de donde salimos con chocolates y algún que otro bote de curry-ketchup (luego me arrepentiría de haber comprado solo uno, ayyyy cuanto lo echo de menos).
Y paseando tranquilamente nos fuimos al hotel donde estuvimos un rato descansando. Alli nos llegaron noticias poco esperanzadoras: el “innombrable” había hecho su aparición y había mandado sus cenizas al aeropuerto de Zaragoza, que, al igual que la mayor parte de los aeropuertos del norte de España, llevaba cerrado desde el viernes.
Y aunque las noticias eran alentadoras y comentaban que el de Zaragoza lo abrirían de madrugada, ya me veía retrasando mi vuelo a otro día, teniendo que apañarnos en tren o bus o en el mejor de los casos, con un desvío a Málaga.
Había leído que la zona de “Las Maroles” era interesante, pero, despues de verlo, el interés no lo encontramos por ningún sitio. Callejeamos un rato por allá y nos volvimos al hotel.
Y de camino compramos para cenar esas deliciosas pastelas por las que suspiro desde que estuve en Marruecos. Llamaba la atención que la avenida en donde las compramos era prácticamente 100% árabe, todo lleno de salones de te, pastelerías, supermercados…. Me dicen que estoy en Marruecos y me lo creo.
Y es que nunca he visto una ciudad tan llena de gente de distintas nacionalidades como Bruselas.
Así que con nuestro "tesoro culinario" nos plantamos en el hotel para dar buena cuenta de las mismas (Aquí podemos ver las ganas que tenia Rani por comerlas y el empacho que pilló, jeje).


Después del atracón solo tuvimos ganas para charlar un rato antes de irnos a la cama.

viernes, 7 de mayo de 2010

Día 7 de Mayo: Gante

Después de una calurosa noche en la habitación, volvimos a madrugar con el fin de coger el tren a Gante lo antes posible.
Desayunamos en la cafetería de enfrente del hotel y nos fuimos caminando hacia la estación donde compramos nuestros dos billetes restantes.
Da gusto la red de trenes aquí en Bélgica ya que son muy frecuentes y puntuales. No tuvimos que esperar mucho hasta que llegara nuestro tren.
Brujas y Gante están muy cerca así que en media hora estábamos llegando a esta ciudad.
El día esta vez acompañaba poco, el cielo estaba bastante nublado y amenazaba lluvia. Aun así nos fuimos caminando hasta el hotel que estaba a unos 20 minutos de la estación.
El hotel estaba situado en la plaza principal de Gante y aunque algo carillo (tampoco pudimos encontrar nada mejor) estaba bastante bien. Por suerte, este ya estaba totalmente pagado así que nos ahorramos la tensión de saber si habría problemas con mi dichosa tarjeta. Nos dijeron que nuestras habitaciones todavía no estaban preparadas, así que dejamos las maletas, nos refrescamos y nos fuimos a pasear por la ciudad. Queríamos aprovechar antes de que se pusiera a llover.


La parte antigua de la ciudad estaba prácticamente toda en obras así que, lamentablemente la estética del lugar quedaba algo distorsionada. Aun así, Gante era una ciudad muy bonita y señorial (aunque no tanto como Brujas).

Después de la parada de rigor en la oficina de turismo, empezamos a callejear entre baches y vallas. La plaza estaba prácticamente impracticable aunque el resto estaba bastante mejor de lo que parecía viendo tanta grúa.


Si os fijáis en la fotos, las grúas no aparecen (San Photoshop y los cielos uniformes obraron el milagro).
Estuvimos caminando hasta la hora de comer y aunque nuestra idea inicial fue parar en una cadena de comida rápida de sopas (¿?), nos pudo el hambre y nos metimos en un restaurante de una plaza que tenia un menú bastante económico. Menudo acierto fue el restaurante ese, comida rica y abundante y bastante bien de precio.

Nos fuimos ya hacia el hotel con el fin de ocupar la habitación y descansar un rato.
Y el descanso se convirtió en siesta de larga duración. Y es que, con el fresco que hacia fuera, meterse debajo de un edredón calentito no es la mejor idea si lo que quieres es no dormir, jeje.
Como ya habíamos visto la parte interesante y antigua de la ciudad nos fuimos a dar una vuelta por el resto, que tampoco estuvo mal. Sobre todo el precioso parque que estaba cerca de la estación.
Tuvimos suerte que el tiempo se portó bien, y pese al cielo plomizo y el fresquillo reinante no cayó ni una gota y no nos afectó las caminatas.
Para rematar la faena nos fuimos a merendar a un restaurante al que habíamos echado el ojo en donde servían creps. ¡Dios que ricos que estaban! Cabe decir que no teníamos mucha hambre después de la comida, pero es lo que tiene la gula (mi mayor pecado capital)…

Seguimos el paseo, callejeando y viendo tiendas hasta que se nos hizo la hora de cenar y nos fuimos a una hamburguesería a picar algo.
Estábamos ya reventados de pasar el día caminando así que nos retiramos al hotel a dormir bastante temprano.

jueves, 6 de mayo de 2010

Día 6 de Mayo. Brujas

Nos levantamos temprano al día siguiente y, nos fuimos caminando tranquilamente hasta la estación para aprovechar y ver un poco de la ciudad y de paso buscar algún sitio para desayunar. Fue fácil encontrar (preguntando, claro) el mostrador donde vendían los billetes de tren. La idea que teníamos era ir primero a Brujas a pasar el día, dormir allí, al día siguiente ir Gante y repetir plan. El sábado volveríamos a Bruselas donde pasaríamos el último día ya que el domingo volvíamos a España.
Me habían comentado que salía muy bien coger un bono de 10 viajes e ir gastando. Aunque aquí los trayectos tienen precios distintos según el recorrido, hay bonos de diez viajes en los que no importa el trayecto que hagas, ya que sale lo mismo para todos, así que ese bono sale muy rentable para el turista que hace la famosa ruta. Teníamos un total de 12 viajes, así que solo teníamos que comprar dos por separado. Le comentamos nuestra idea al chico del mostrador, que muy amable nos propuso también dicho plan, e incluso añadió que nos saldría mejor si los billetes sueltos eran los del trayecto Brujas-Gante ya que son los mas baratos. Me hizo gracia que mirara por nuestro interés económico.
Bajamos a los andenes y cogimos el primer tren rumbo a Brujas que no tardó nada en venir.
El trayecto era de aproximadamente una hora así que aprovechamos, unos para estudiar, otros para leer y otros simplemente para mirar por la ventana.
El sol brillaba al llegar a Brujas (cosa rara según parece) aunque hacia bastante viento. Supongo que para alguien que no esté acostumbrado como nosotros al viento frío e intenso de nuestro cierzo, el viento de Brujas habría parecido desagradable. Para nosotros hizo buen día aunque frío.

Nos dirigimos al hostal que habíamos reservado (y esta vez, habiendo pagado una señal) y preguntamos por nuestra habitación. Casi nos da un soponcio cuando la mujer nos dijo: ha habido un problema con la habitación…Ya nos veíamos otra vez buscando habitación cuando la mujer se apresuró a decirnos que nos habían facilitado una habitación cuádruple en el hotel del mismo dueño y que nos mantenían el precio. Mejor calidad al mismo precio ¿hay algo mejor?. Nos dio las llaves y nos fuimos para allá (era el edificio contiguo). Nos sorprendió gratamente la habitación, y es que, pese a ser una sauna, era casi “lujosa” .




Dejamos nuestras cosas y nos fuimos a pasear por la ciudad y a tiendear (para horror de alguno) hasta que se nos hizo la hora de comer.




Hay que decir que las tiendas eran una verdadera preciosidad, tiendas de juguetes artesanos que daban gozo, chocolaterías, mercerías…todos los escaparates eran preciosos o por lo menos “coquetos”.


Brujas es una ciudad realmente preciosa. Todo el centro merece ser disfrutado paseando por sus calles y por sus canales.

Pese a creer que iríamos bastante justos respecto al tiempo, la verdad es que fiel a nuestro estilo nos dio de sobra para ver todo, incluso para tomar el sol al lado de unos molinos.




A eso de las dos estábamos muertos de hambre así que nos dirigimos a la plaza a buscar algún sitio para comer. Como todo era bastante caro y la idea de comer el plato típico, mejillones con patatas, no nos atraía a ninguno, pasamos de comer en restaurantes turísticos y acabamos en donde siempre…No os creáis que en McDonalds, noooo. Algo mejor…pensar…en un chino…Siiii.
Pues, el chino en cuestión no estuvo mal, baratillo y con comida en abundancia.


Después de la “pitanza” nos fuimos al muelle a reservar sitio en un barco que os llevaria por los canales para ver la ciudad desde los canales. Craso error por mi parte ya que no consideré que acababa de comer y que tengo tendencia natural a dormir en cualquier vehiculo en movimiento… En fin, que los demás disfrutaron el viaje, pero yo poco, poco. Bueno, en realidad lo que disfruté fue de una siestecilla, jeje.






Después del paseo seguimos con la ruta por la parte sur de la ciudad y como no, pese a no tener hambre, acabamos sucumbiendo a los placeres de un producto típico por excelencia; los waffles con slagrom o lo que es lo mismo gofre con nata. Yo que soy poco dada a los dulces y bollería en general disfrute también del manjar, y es que un día en un día.



Paramos un ratillo en el hotel y aprovechamos para comprar cena en el restaurante de enfrente, una tienda donde vendían pasta en plan “take away” y que salía tirada de precio. Como el calor seguía siendo infernal en la habitación aprovechamos y dejamos la comida cerca de los radiadores y nos fuimos a seguir la marcha hasta que se hiciera de noche.
Ya solo nos quedaba la parte menos interesante así que anduvimos tranquilamente hasta que empezó a anochecer. De camino al hotel por la mañana habíamos visto una feria en un parque cercano, nos habíamos dicho que iríamos a montarnos en la atractiva noria para ver la ciudad desde las alturas, pero el viento helador nos quitó las ganas de seguir con el plan.


miércoles, 5 de mayo de 2010

Día 5 de Mayo. Empieza la aventura en tierras belgas

Nuestra primera pequeña aventura de este año iba a transcurrir en Bélgica, una escapadita de cinco días que queríamos aprovechar al máximo.
Tenemos la suerte de contar con vuelos baratos, directos desde Zaragoza así que nos compramos los billetes y nos dispusimos al viajecillo que nos iba a llevar por las tres ciudades más conocidas de ese país; Bruselas, Brujas y Gante.
Al principio íbamos a ir a la excursión cinco miembros del CS, pero al final una se rajó y acabamos yendo cuatro a los que hay que sumar la presencia de la mascota “Rani” (Aqui la tenemos preparada para despegar).

Así que ese día 4 de Mayo por la tarde, nos plantamos en el pequeño y coqueto aeropuerto de Zaragoza con nuestras dos maletitas compartidas (por eso del ahorro del billete) en donde hicimos los trámites de siempre. En este caso, y al tratarse de un aeropuerto tan pequeño los trámites se hacen de forma rápida y eficaz. Pude comprobar los agradables cambios que había sufrido durante los últimos años.
Teníamos algo de miedo con eso del volcán islandés de nombre impronunciable ya que teníamos la Espada de Damocles sobre nuestras cabezas y no sabíamos si en el último momento nos iban a cerrar un aeropuerto.
Pero hubo suerte y el avión salio más o menos a su hora rumbo a Charleroi, un pueblo a una hora de Bruselas.
Ese día hacia un viento horroroso en Zaragoza (algo mas que de costumbre, jeje) y hubo momentos “críticos” en la subida al avión. Y es que claro, nuestro aeropuerto es tan chiquitín que hay que ir andando por la pista hasta que coges el avión.

El vuelo fue breve y transcurrió sin incidentes y sobre las 9 aterrizamos en Charleroi.
Teníamos idea de ir en tren desde allí hasta Bruselas, pero nos dijeron que el shuttle, aunque algo mas caro, era mas cómodo y nos ahorraba lo de hacer transbordos.
No lo pensamos mucho, cogimos 4 billetes para la ciudad y nos pusimos a esperar.
Y estábamos allí esperando y hablando, cuando de pronto se nos acerca un chico y nos pregunta en ingles si sabíamos hablar polaco (¿?). No tengo muy claro como pretendía encontrar a alguien que hablara ese idioma y menos cuatro españoles, pobrecillo.
El Shuttle nos dejó en la estación Midi de Bruselas, que según el mapa, distaba poco de nuestro hotel. Como andábamos algo desorientados sobre la ubicación exacta en la que nos encontrábamos nos dirigimos al conductor del bus (que creemos de origen magrebí) para preguntarle donde estaba la calle a la que íbamos. El nos contestó: yes, after the building. De todos es sabido mi mal nivel de ingles, asi que mi cerebro concibió la frase como rara pero comprensible y no me puse a pensar si estaba mejor o peor dicha hasta un poco más tarde. Pero oye, el significado estaba claro y seguramente de otra manera lo hubiera entendido peor.
Como no nos fiábamos del agua belga, de camino al hotel hicimos una paradilla para comprar agua en el único establecimiento abierto que encontrábamos. Eran las 10 y media de la noche y no había ni un alma por la calle. Como pudimos comprobar, nuestro hotel se encontraba en la zona inmigrante-marroquí de la ciudad. Así que era nuestro Paraíso particular de restaurantes exóticos y pastelerías árabes. Ya soñábamos con esos pastelitos de almendras y esa pastelaaaa.
Llegamos por fin al hotel y nos damos de bruces con la realidad. Nos dicen que han tenido un problema con mi tarjeta de crédito y que han anulado la reserva. Me dicen que me han mandado un mail para informarme (esa misma mañana, ya ves tu). No dábamos crédito a nuestros oídos ya que el pago del hotel era en metálico en el mismo y nunca se nos pasó por la cabeza lo de la tarjeta…
Pues bien, que, pese a ello se portaron bien. Ellos no tenían nada libre, empezaron a llamar a todos los hoteles pero sin mucha suerte.
El tiempo pasaba y nosotros habíamos acampado en el salón del hotel, que era bastante decadente, por cierto. Nos veíamos durmiendo allí toda la noche.
Al final, después de una hora de tensa espera, nos dijeron que había algo libre. Un apartamento que nos salía a 200 € la noche (careros son un rato largo). El hotel costaba más de 150 así que tampoco nos pareció tan caro en proporción. No estábamos para escatimar nuestras economías en ese momento. Así que nos llamaron a un taxi y nos fuimos al apartahotel.
El apartahotel era bastante bonito y estaba en una plaza preciosa, lástima que nuestra apretada agenda impidiera disfrutar mas de el. Solo nos dio tiempo de lavarnos un poco y directos a la cama. Al día siguiente había que madrugar y era más de la 1 de la mañana.