domingo, 26 de septiembre de 2010

DOMINGO 26 SEPTIEMBRE. Lluvia again. Peles bajo el diluvio.

Después de un saludable y delicioso desayuno en nuestra German Bakery (esto si es un desayuno), nos dirigimos a la estación (en taxi por supuesto) para coger el bus a Sinaia.
Ya el día estaba feo y amenazaba lluvia, pero al llegar a Sinaia, cae un verdadero diluvio.
Nos resguardamos en la estación, pensando si ir a Peles o no. Yo tengo claro que aunque sea bajo el diluvio yo voy. Creo que puedo ir en taxi y luego allí todo es bajo techo así que no puede ser tan malo. El Palacio de Peles es totalmente imprescindible. Esperamos un rato a que escampe, pero no parece que lo vaya a hacer. Así que cogemos un taxi y subimos hasta el palacio.
Una vez allí, vemos hordas de turistas empapados apelotonados en la puerta del Palacio, intentando entrar.
Las visitas guiadas son obligatorias (la entrada es cara) y en diferentes idiomas. Lo malo es que hay un cupo máximo en cada grupo y los distintos idiomas se van turnando. Viendo que el turno del español no parece muy cercano y tenemos bastante prisa, nos colamos con un grupo de franceses haciéndonos las francesas (a uno por no ser francés no le dejaron). Una vez dentro, toca cubrirse los zapatos con patucos y dejar todas y cada una de nuestras cosas en consigna. Como no hemos pagado la tasa por la cámara tenemos que dejarla fuera, así que no hay documento gráfico propio del palacio, salvo el que puedo bajar de Internet.


¿Y que decir del Palacio? Es, en una palabra ecléctico, con decoraciones religiosas y mitológicas, decoración renacentista, árabe… No sigue ningún estilo en particular, pero es realmente precioso. Lujoso pero muy recargado. Casi no hay pared que no tenga cosas colgadas, ya sean cuadros de artistas famosísimos, como armas antiguas de todos los países…Una verdadera pasada. Tiene incluso sistemas de calefacción y aire acondicionado de la época.


Después de la visita en francés (que conseguimos entender bastante bien) salimos del palacio con la esperanza de que haya dejado de llover. Pero nada, fuera sigue el diluvio. Damos una breve vuelta por el jardín (de estilo Renacentista creo) mas por hacer fotos que por otra cosa, y nos vamos hacia la salida para coger otro taxi hasta la estación.

Allí ya solo nos queda hacer tiempo hasta que salga el tren. En los alrededores de la estación no parece que haya ningún sitio para comer (tampoco tenemos ganas de buscar mucho) así que nos quedamos a comer en la estación, en una especie de cantina en la que sirven hamburguesas. El ambiente dentro es...uff una mezcla de humedad y tabaco (yujuuu). No es que sea ninguna maravilla, pero está caliente. Los pies empapados tampoco ayudan a que me sienta cómoda
Cuando ya nos cansamos del bar, salimos a respirar al andén que está lleno de perros abandonados, algunos de ellos, cachorrillos adorables. Me entretengo un rato intentando hacer fotos a tan movida estampa.
El tren llega un poquillo mas tarde de lo previsto, pero nada de otro mundo. El trayecto se nos hace corto.
Llegamos a Bucarest y ya brilla el sol. Estamos un rato buscando hotel por los alrededores y todos son bastante carillos. Aun así, como tampoco hay mucho mas y solo es una noche, nos quedamos en uno que está enfrente de la estación.
Nos cambiamos de ropa (por fin zapatos secos) y nos vamos a pasear un rato.
Primero nos vamos a investigar desde donde salen los buses a Tulcea, ciudad a la que tenemos que ir al día siguiente para continuar con la aventura por el Delta del Danubio.
Después de encontrarla y mirar los horarios, como es un poco tarde nos cogemos un taxi para ir al parque Herastrau. Como no tenemos nada mejor que hacer, decidimos ir allí a dar una vuelta y a cenar.
Después de una “vuelta turística” proporcionada por nuestra amiga taxista (si, una mujer) por Bucarest (mierda de GPS), llegamos al parque cuando ya es de noche.
Aunque es de noche, el parque se ve bastante bonito, con el lago reflejando las luces de las riberas. Todas confiadas en que el clima se estaba comportando, nos cogimos un granizado para pasear por allí y ver el ambientillo. Ilusas.

Al poco de llegar, empieza otro tormentón, así que adelantamos la cena un poco.
Cenamos en un sitio bastante majo en el mismo parque mientas esperamos a que deje de llover.
Por suerte solo ha sido una tormenta y escampa pronto. Como se ha quedado buena noche, el hotel no está tan lejos (lo que en idioma de Zaragoza se traduce en una hora de caminata) y la zona es buena, nos encaminamos hacia el hotel dando un paseo. Así aprovechamos y vemos algunos edificios interesantes.
Llegamos cansadillas al hotel, así que vemos un rato la tele y pronto a dormir

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