miércoles, 29 de septiembre de 2010

MIERCOLES 29 SEPTIEMBRE Vuelta a Bucarest.

Aunque nuestra idea era quedarnos un día más en el Delta, decidimos irnos hacia Bucarest. Todo lo turístico está parado y hacer otra excursión por los canales nos parece una tontería.
Así que después de un contundente desayuno nos vamos al puerto a coger el barco de las 10. Una vez allí nos dicen que ese servicio no funciona. Que el barco a Sulina sale a las 12. Así que, visto que nos toca esperar nos vamos a comprar alguna cosilla para la comida, y luego a esperar en el puerto hasta que se haga la hora.
Otra idea que teníamos era ir a Constanza ya que íbamos bastante bien de tiempo y así tener un día de playa de verdad, pero las nubes amenazantes en el cielo nos quitan la idea de la cabeza.
Así que cogemos el ferry, comemos en Tulcea y cogemos el bus a Bucarest
Y si la ida fue mala, la vuelta es peor. No tenemos muy claro el porque, pero nuestro bus coge otro camino para pasar por mas pueblos. Eso se traduce en casi dos horas de camino lleno de baches. Para rematar la faena llegamos a un pueblo que no tiene puente porque lo que nos toca esperar casi una hora a que salga en transbordador. Fuera, no para de llover.
Al final llegamos a Bucarest a las 8 y media (5 horas y media de trayecto). Como ya era tarde se nos ocurrió coger un taxi. Craso error. Resulta que el tío nos dio una vuelta de órdago, con la excusa de seguir el GPS. Mejor no hablar de ese momento ya que las dos llevábamos un cabreo impresionante. Llego incluso a tener un pequeño incidente con otro coche (culpa del taxista) y mientras salio para ver los desperfectos ni siquiera se le ocurrió parar el taxímetro.
Cuando por fin llegamos al hotel ya ni tenemos ganas de discutir el precio que nos dice que le debemos. Como teníamos reserva para el viernes en el hostal del primer día (a nuestro “orfanato”), volvemos allí con idea de dejar nuestras maletas ya para todos los días. Pero otra vez nuestros planes quedan frustrados, que ilusas somos.
No hay ni una plaza libre en todo el hostal. Después de un buen rato de llamadas nos ofrecen lo que llaman el estudio o la suite. Está situado al lado de la estación así que nos obligan a coger de nuevo un taxi. Tampoco nos dieron mucha opción de irnos a buscar otro hotel ya que se nos plantificó el jefe con un taxi en la puerta y no pudimos decirle que no. Así que decidimos seguir al hombrecillo amable al “estudio” y si era muy horrible huir de la escena, jeje. El hombre nos dice que aunque la zona parezca un poco abandonada que no tengamos miedo que es una casa que usan de vez en cuando para cuando vienen grupos y que tiene bastantes llaves hasta poder llegar a la vivienda. Que estaremos solas y que allí no hay peligro
Una vez allí nos sorprende lo que ellos llaman la suite, muy del estilo del orfanato. Decadente es la palabra que la define realmente. No es que esté sucia, pero el hombre tenía razón al decir que estaba un poco “en mitad de ninguna parte”. Bien es que pertenece al mismo hotel (el cartelon de la puerta da fe de ello) y está en una calle transitada, pero el jardín está tan salvaje que da cierto reparo y te da una sensación de aislamiento que no nos gusta nada. Pero son más de las 11 y ya no tenemos ganas de buscar otra cosa.

Nos deja con todos los bártulos y se va a su casa. Nosotras, menos mal que estábamos cansadas y nos habíamos duchado el día anterior, porque si no… El baño tenia lo justo y hacia fresco (A saber desde hace cuanto tiempo no vive nadie aquí). Nos cambiamos pronto y nos metemos en la cama con sábanas limpias (incluso todavía olían bien) y una manta del siglo pasado que parece sacada del ejército

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