domingo, 27 de noviembre de 2011

Bye bye Halong

Hoy tenemos un interesante día de ruta hacia Hanói. Para no matarnos mucho la cabeza (y porque sale más barato, porque nos vamos a engañar) cogemos un paquete que nos incluye el trayecto completo hasta Hanói. Pero no os vayais a imaginar. Paquete completo no significa trasporte directo, noooo. Paquete completo significa hora de bus al otro lado de la isla, media hora de ferry a un pueblo de nombre desconocido (ya que en esta ocasión no es Haiphong) y de allí un bus a Haiphong.

Cabe mencionar la curiosa costumbre local de añadir filas de asientos allí donde no hay. ¿Qué hay 4 filas de asientos y hay gente que no tiene? No problem, se ponen unos taburetes (tamaño XS) y, listo. Para que ir de pie pudiendo ir sentado. Es que en Vietnam son muy señoritos.
El conductor del mencionado bus nos deja en un local que dice que es la estación del bus que nos lleva a Hanói y nos compra los respectivos billetes. Cualquier parecido con una estación es pura casualidad. Hay una mesa, si, una señora que vende billetes, si y seis sillas (literalmente) que hacen de sala de espera. Para no variar en la parte trasera del local se ve una cocina y una cama (aprovechan el espacio al máximo estos vietnamitas). La moda local de ir en pijama por las calles o atender al público, aquí no se hace tan patente como en Hanói.
Pese a que nos dicen que tenemos que esperar más de una hora al siguiente bus, el bus llega con adelanto, así que mejor. Antes llegaremos a Hanói.
Al llegar a Hanói nos toca la entretenida labor de buscar alojamiento. Esta vez vamos siete (nosotras 5 y los dos españoles), menos mal que yo no ocupo plaza. Después de varios intentos acabamos en un hotel en el que nos dejan dos habitaciones triples a un buen precio después de un duro regateo por parte de nuestro nuevo amigo.
Nos vamos a comer a nuestro restaurante “Bambú” que ya nos conquistó en la anterior parada en Hanói. Pasamos el resto de la tarde, callejeando por toda la zona del mercado disfrutando del ambiente vietnamita. Para terminar nos vamos a un Kentacky fried chicken porque nos entra antojo de comida occidental. Menudo chasco. Aparte de caro, malo y para rematar, nos quedamos con hambre. Vivan los noodles (Pho)

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